El profesor de la Universidad de Stanford revisa y evalúa en este artículo las principales tecnologías disponibles actualmente en el mercado en relación con once factores, entre los que destacan las emisiones de CO2 (y su efecto sobre el clima), la mortalidad provocada por la contaminación atmosférica, la huella sobre el territorio, la seguridad energética, la disponibilidad de recursos o el consumo de agua.
Del exhaustivo análisis físico realizado se desprende que las mejores opciones tecnológicas para la producción de electricidad (y su utilización en vehículos eléctricos que sustituirían a los actuales vehículos de combustión) son, por este orden, la generación eólica, la solar termoeléctrica, la geotérmica, la energía de las mareas, la fotovoltaica y la energía de las olas. Para reducir la intermitencia de estas fuentes energéticas recomienda aumentar las interconexiones de las redes eléctricas, combinar distintas fuentes energéticas, utilizar la energía hidroeléctrica para equilibrar la carga, así como contadores inteligentes para cargar las baterías de los vehículos en los momentos adecuados (principalmente de noche), almacenar la electricidad en forma de hidrógeno, baterías, centrales de bombeo, aire comprimido o un medio de almacenamiento térmico, y mejorar las técnicas de predicción del clima. La tecnología hidroeléctrica, aunque aporta menores beneficios para el clima y la salud que las anteriores, es muy útil para equilibrar la carga. Por detrás de la hidroeléctrica se clasifican la tecnología de captura y secuestro de carbono y la energía nuclear. Por último, concluye que utilizar etanol procedente de maíz o celulosas (biocombustibles) en motores de combustión no aporta una ventaja clara al problema del cambio climático y la contaminación.
Quedan fuera del análisis otras tecnologías emergentes, como la combustión de biomasa para electricidad, la energía solar térmica o el biodiésel, así como un análisis de costes que el autor descarta por su elevada variabilidad en el tiempo.