Cambio Climático, Energías Renovables, Sostenibilidad

Transformational Climate Finance: An Exploration of Low-Carbon Energy

El World Resources Institute ha publicado la versión preliminar de su informe “Transformational Climate Finance: An Exploration of Low-Carbon Energy”. En él, se analiza la importancia de la financiación por el clima para desarrollar proyectos energéticos que promuevan la profunda transformación necesaria en distintos ámbitos (político, económico, energético, social…) para luchar contra el cambio climático y elabora una serie de recomendaciones para instituciones financieras de ayuda al desarrollo y gobiernos receptores de esa ayuda.

Para poder cumplir con los objetivos climáticos acordados en la Cumbre de París y limitar el incremento de la temperatura media de la Tierra a los 2°C respecto a niveles pre-industriales, se requiere una reducción muy significativa en las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, se estima que es necesario que, para 2050, las emisiones de estos gases se hayan reducido entre  40-70% Vs 2010, y que, al finalizar el siglo, las emisiones netas estén cercanas a cero.

Se considera que una transformación energética baja en carbono requiere 3 características: i) impacto de gran magnitud, ii) cambio disruptivo y no lineal y iii) sostenido y a largo plazo.

Aunque la transformación puede ocurrir en diversos sectores (transporte, agricultura,…) el informe se centra en la energía baja en carbono, que incluye tecnologías renovables y de eficiencia energética. Tras el análisis de 20 casos de transformación tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, los clasifican en tres categorías, según su impacto:

1.- Transformación: casos que (i) financiación utilizada de forma realmente innovadora en el desarrollo de energías de bajas emisiones, (ii) que provoquen crecimientos disruptivos en energías renovables o eficiencia energética; y/o (iii) donde los éxitos se hayan ampliado y replicado. A esta categoría pertenecen los proyectos de expansión de la capacidad eólica en Uruguay y Dinamarca, y el innovador diseño de un sistema de tarifas (Feed-in) en Portugal que fomenta el desarrollo de la energía renovable.

2.- Potencialmente transformadores: casos en los que (i)  la financiación haya mostrado resultados prometedores para catalizar desarrollo de generación baja en emisiones; (ii) se haya producido un cambio positivo, pero que todavía no hayan supuesto un impacto drástico o sectorial; y/o (iii) donde exista potencial para repetir y escalar sus beneficios. Ejemplos de este tipo de proyectos son el apoyo financiero a instalaciones solares domésticas en Bangladesh, la introducción de un impuesto al petróleo para promocionar la eficiencia energética con la recaudación en Tailandia y el incentivo a tecnología solar para calentar agua en Túnez.

3.- Oportunidades perdidas o fase inicial de desarrollo: en este grupo se encuadran (i) casos inicialmente prometedores pero que no han logrado la transformación esperadao (ii) casos que han reconducido su fracaso inicial pero que su desarrollo continúa. Estos casos se caracterizan por una combinación de incertidumbre regulatoria (Sudáfrica), diseño deficiente de la legislación (España y su burbuja solar), falta de liderazgo del gobierno (Sudáfrica e Indonesia), y los subsidios a los combustibles fósiles que hacen a las renovables menos competitivas (Indonesia).

De los casos estudiados afloran ocho factores clave que pueden contribuir a la transformación necesaria para el desarrollo energético bajo en carbono:

·         Propiedad nacional.

·         Participación e implicación de los agentes interesados.

·         Marco de inversión estable y propicio que reduzca la incertidumbre.

·         Establecimiento de incentivos financieros que corrijan las posibles distorsiones del mercado.

·         Uso estratégico de los recursos públicos para movilizar la inversión privada.

·         Fomento de la inversión en tecnología e innovación.

·         Uso de instrumentos financieros innovadores para atraer las inversiones.

·         Aprendizaje y mejora continua.

Como conclusión, es recomendable que, entre otras medidas, los gobiernos receptores de las ayudas financieras asuman el liderazgo de sus proyectos, faciliten el trabajo coordinado de las diferentes agencias y organismos nacionales, adopten políticas y regulaciones consistentes, e inviertan en innovación y desarrollo para adaptar la tecnología a las necesidades locales.

Por su parte, las instituciones financieras de ayuda al desarrollo y los gobiernos contribuyentes deberían asegurarse de que la ayuda internacional se alinee con los planes y prioridades locales, proporcionando una ayuda sostenida en el largo plazo; colaborar con los gobiernos receptores para identificar posibles obstáculos (capacidad institucional, regulación, etc.) y asesorarles en resolverlos; enfocar la ayuda desde una perspectiva global y no por proyecto, coordinándose con otros contribuyentes; e, identificar y eliminar las barreras que limiten la inversión privada.

 

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