La movilidad tradicional basada en los motores de combustión tiene consecuencias negativas para la salud pública y el medioambiente. Según estimaciones del SEPAR (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica), la polución de los vehículos causa 10.000 muertes prematuras al año en España, nueve veces más fallecimientos que los accidentes de tráfico. Electrificar el transporte nos permitirá crear ciudades más sostenibles y saludables, así como combatir el cambio climático, ya que los vehículos eléctricos no emiten gases de efecto invernadero son silenciosos y nos permiten reducir nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Por ello, los vehículos eléctricos son el futuro de la movilidad… siempre que aprendamos de nuestros errores. Porque la humanidad ya tuvo la oportunidad de electrificar el transporte hace más de un siglo. Estos días se celebra la Semana de la Movilidad Eléctrica y a continuación, descubrimos la historia del vehículo eléctrico.
Historia del coche eléctrico
La historia de la automoción se remonta a comienzos del Siglo XIX como resultado de la revolución industrial. El primer desafío era impulsar un vehículo sin caballos, ni carbón. Una serie de inventores comenzaron a afrontar este problema en 1827, con la creación del primer motor eléctrico. Dos hitos serían clave para dar el pistoletazo de salida a la movilidad sostenible. En 1852, Gaston Planté inventó la primera batería recargable de plomo y ácido. Y en 1880, Camille Faure inventó un procedimiento electroquímico para aumentar la capacidad de carga de las baterías. Esto permitió la comercialización de coches eléctricos a finales del siglo XIX.
Para entonces los vehículos de combustión ya existían, pero tenían poca aceptación social porque eran ruidosos, contaminantes y difíciles de operar. La tecnología de los coches eléctricos seguía mejorando. En 1899, La Jamais Contente asombró a la sociedad al convertirse en el primer vehículo en superar la barrera de los 100 kilómetros hora. En 1908, la firma estadounidense Fritchle marcó un nuevo hito al presentar un coche con una autonomía de 160 kilómetros en llanura, toda una revolución para la época. El éxito del vehículo eléctrico parecía garantizado.
Una oportunidad perdida
Para comienzos del siglo XX, un tercio del parque móvil de ciudades como Nueva York, Boston o Chicago estaba integrado por vehículos eléctricos. Sin embargo, estos vehículos tenían dos grandes obstáculos en su contra. El primero era la falta de apoyo público. Los gobiernos invirtieron en mejores carreteras, pero no apostaron por puntos de recarga fuera de las ciudades. Sin una verdadera red de recarga, los consumidores optaron por aquellos coches que les permitían realizar viajes más largos. El segundo obstáculo era el precio. Para 1912, un coche de gasolina se vendía por 650 dólares, mientras que uno eléctrico podía costar 1.750 dólares.
Sin apoyo público, sin redes de recarga nacionales y sin una inversión que abaratase la tecnología sostenible, el coche eléctrico cayó en el olvido durante décadas.
El renacer del coche eléctrico
El mundo vivió durante décadas sin ser consciente de que los combustibles fósiles no eran infinitos. Y cuando éstos comenzaron a encarecerse y se produjo la crisis del petróleo, Occidente comprendió que necesitaba una alternativa a futuro para proteger su economía. Durante la década de los 70 se produjeron numerosos hitos que auguraban el renacer del coche eléctrico. En 1971, El Rover se convirtió en el primer vehículo tripulado en llegar a la luna. A lo largo de la década, numerosos fabricantes diseñaron prototipos de coches eléctricos. Y en 1976, Washington aprobó la Electric and Hybrid Vehicle Research, Development, and Demonstration Act, que autorizaba al Departamento de Energía a apoyar el desarrollo e investigación de eléctricos e híbridos.
Pero el verdadero renacer del coche eléctrico no se produciría hasta los años 90. Durante esa década, la población comprendió que el petróleo podía tener un alto coste medioambiental. En 1990, California aprobó la Zero Emission Vehicle, que imponía a los fabricantes que al menos el 2% de su producción fuera de coches con emisiones cero para 1998; y un 10% para 2003. Otros estados y países comenzaron a aprobar regulaciones similares.
El punto de inflexión se produjo en 1997, con el lanzamiento del Toyota Prius, el primer coche eléctrico fabricado en cadena y que fue un éxito comercial instantáneo. Desde entonces, la historia ha cambiado. El coste de los vehículos eléctricos ha descendido, mientras que el coste de los vehículos de combustión (medioambiental y económico) es cada vez mayor. Por otra parte, la tecnología vinculada a la movilidad sostenible avanza a gran velocidad, mientras que el desarrollo tecnológico de los vehículos de combustión se halla en punto muerto.
El coche eléctrico se presenta, esta vez sí, como el futuro de la automoción. Pero necesitamos un verdadero apoyo público para alcanzar una movilidad 100% sostenible. Para ello son necesarios tres requisitos:
- Una red pública de puntos de recarga
- La agilización y simplificación de los trámites para la instalación de puntos de recarga
- incentivos fiscales para la compra de vehículos eléctricos y para la instalación de puntos de recarga.
Solo así podremos asegurarnos de que la electrificación del transporte no se convierta en otra oportunidad perdida.