2.1. La “paradoja de la eficiencia energética” y su dificultad de desarrollo

2.1. La “paradoja de la eficiencia energética” y su dificultad de desarrollo

Las grandes ventajas económicas y ambientales de la eficiencia energética han sido generalmente reconocidas a nivel internacional (ver Eficiencia energética y su potencial). No obstante, la experiencia muestra que, a pesar de ellas, el nivel de inversión en ahorro y eficiencia no alcanza los niveles que corresponderían a dichas ventajas, no llegándose a aprovechar todo el potencial disponible, fenómeno denominado en la literatura económica como “paradoja de la eficiencia energética”.

Detrás de esta paradoja se encuentra la existencia tanto de barreras como fallos de mercado [12], que desincentivan la realización de inversiones para mejorar en este ámbito y que tendrán que ser corregidos para alcanzar los objetivos de eficiencia (ver Objetivos y normativa en España de la eficiencia energética). Los fallos/barreras identificados como más usuales son las siguientes:

  • Unos niveles de precios energéticos reducidos o que no incluyen todos los costes. Si los precios de la energía son bajos, las inversiones en eficiencia energética obtendrán un menor rendimiento. Esto es una importante barrera a la hora de acometer este tipo de inversiones, que no se constituye como un fallo de mercado a no ser que se produzcan porque no incluyen todos los costes externos (principalmente medioambientales) o porque existen subsidios distorsionantes, que mantienen unos precios artificialmente bajos.

  • Incertidumbre e irreversibilidad de las inversiones. Las dificultades para recuperar el coste de este tipo de inversiones, si finalmente se observa que no son necesarias o rentables, se introduce como un elemento de incertidumbre con una prima de riesgo que hace menos rentable la inversión en mejora de la eficiencia energética.

  • Fallos de información. Constituye un fallo de mercado que puede incluir: información asimétrica, cuando dos agentes tienen niveles de información muy diferentes; información imperfecta, cuando no se dispone de determinados elementos de información; miopía, por el que un inversor tiende a asignar un mayor peso al coste inicial que tiene que asumir que a los beneficios derivados de los ahorros energéticos obtenidos a lo largo de un periodo futuro. Principalmente se produce la ausencia de información perfecta a la hora de evaluar inversiones en lo que se refiere a los precios futuros de la energía y a las características de las opciones de ahorro y eficiencia.

  • Problema agente-principal. Este fallo de mercado surge cuando el responsable de realizar la inversión no es el mismo que va a recibir los beneficios de la misma. Este es un caso habitual de divergencia de incentivos entre inquilino, que tiene que hacer frente periódicamente a las facturas energéticas, y propietario del inmueble, que tendría que realizar inversiones para mejorar la eficiencia.

  • Imperfecciones en el mercado de capitales. Las imperfecciones de los mercados de capitales, que tienen dificultades para valorar inversiones en eficiencia energética con rendimientos inciertos a largo plazo, dificultan el acceso a la financiación para desarrollar este tipo de actuaciones, especialmente a los agentes de pequeño tamaño.

  • Cuestiones culturales o de sensibilización. El consumidor no tiene interiorizado el valor del ahorro energético y, en muchos casos, tampoco dispone de la cultura energética necesaria para identificar potenciales comportamientos propicios para el ahorro.

La importancia de cada barrera o fallo de mercado dependerá del sector considerado y también del tipo del consumidor energético, pero en términos generales la herramienta fundamental es disponer de un marco regulatorio que incentive las inversiones en eficiencia.

[12] Se produce un “fallo de mercado” cuando el mercado no conduce una asignación eficiente. Existen varios tipos de fallos de mercado (fallos de información, externalidades, competencia imperfecta, etc.). En materia ambiental y energética, el más común suele ser la existencia de externalidades negativas, que se produce cuando los precios energéticos no incorporan los costes ambientales causadas por su producción, transporte y consumo.  La presencia de una externalidad negativa implicaría que el consumo de energía se sitúa por encima del eficiente, lo que pondría de manifiesto la necesidad de adoptar instrumentos regulatorios para fomentar el ahorro de energía. Para un análisis en detalle de esta cuestión ver: Linares, P: “Eficiencia Energética y Medio Ambiente”, Revista ICE, marzo-abril 2009.

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2.2. Políticas públicas para mejorar la eficiencia energética

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